Los descartados
Testimonio de un participante del centro de atención integral "Padre Cristóbal"
Soy una de esas personas.
Es domingo por la noche, 27 de octubre, y escribo desde el centro de atención integral «Padre Cristóbal» de Mérida, donde se acoge y protege a personas en situación de sin hogar. Yo mismo soy una de esas personas, un participante de este centro de Cáritas Diocesana de Mérida-Badajoz.
Esta semana he vivido momentos inolvidables en la campaña «El Camino de Santiago» junto a mis compañeros y compañeras. El acto de calle que preparamos nos ha ayudado a entender mejor el propósito de esta acción dirigida a toda la sociedad. A través de las calles de Mérida, bajo el lema «Caminemos Juntos», recorrimos este simbólico trayecto en una especie de gymkhana, junto a participantes de «Centro hermano» de Badajoz.
En el recorrido, cada paso estuvo marcado por símbolos: una bota, un espejo, una piedra, una linterna y una mochila, emblemas de la realidad de las personas sin hogar. No sabía hasta qué punto nuestra sociedad falla en tantas cosas; hay demasiada gente solitaria, personas que vagan sin rumbo, como lo hacía yo hasta hace unas semanas. Necesitaba esta ayuda y esta información que ahora tengo.
Participamos en la celebración de la Eucaristía, en la Basílica de Santa Eulalia. Una Eucaristía muy emotiva que puso cierre de la campaña y que fue oficiada por Jesús Sánchez Adalid.
Muchas de las personas del centro estuvimos presentes. Entre los feligreses encontré miradas de cariño y solidaridad, lejos de cualquier desprecio. Sin embargo, en las calles, la gente aún nos mira con cierta desconfianza. Falta solidaridad y comprensión.
Nuestra vida puede cambiar. Nuestra voz merece ser escuchada, como recordó el sacerdote en su homilía al compartir la palabra de Dios.
La noche es fría, pero hoy tengo un lugar donde dormir, un lugar donde cenar.
Hoy tengo un hogar, y el cielo azul también existe.