Cooperación internacional20/02/2025

Un grito de alarma y un llamamiento de ayuda para la República Democrática del Congo

«Pedimos a la comunidad internacional que intervenga para poner fin a los conflictos armados que persisten en la República Democrática del Congo y que son la causa de la muerte de varios millones de personas en la parte oriental de la RDC», pide Fiston Matabaro Safari, director de programas de Caritas Kasongo, en la región de Kivu, duramente afectada por el recrudecimiento de la violencia.

Es un grito de alarma y un llamamiento de ayuda, uno más, a una comunidad internacional que, preocupada por las guerras en Europa y Oriente Medio, olvida los conflictos que ensangrientan África y, en particular, la República Democrática del Congo. El último de ellos es el resurgimiento de la violencia armada en el este del país debido al incumplimiento de los acuerdos entre los grupos rebeldes, las autoridades congoleñas y las de otros países de los Grandes Lagos.

Detrás de este conflicto se esconde, como siempre, el control de las enormes riquezas mineras que este estado africano conserva celosamente. El grupo rebelde M23, que forma parte de un centenar de grupos que operan en el país, tomó el control de la capital de Kivu del Norte, Goma, hace varias semanas, lo que desencadenó la violencia y el caos entre la población y provocó la huida de miles de personas. «Muchas personas desplazadas de Goma y de los territorios de Kalehe, Idjwi y Kabare han huido a Bukavu [la capital de Kivu del Sur], donde han sido acogidas por familias y en campos de refugiados, y donde Cáritas está intentando llegar a ellas», explica Fiston Matabaro.

En los últimos días, el M23 ha avanzado hacia Kivu del Sur en medio de saqueos y matanzas y ha llegado a Bukavu, la capital de esta región donde Caritas Española lleva varios años llevando a cabo proyectos de desarrollo y emergencia, en colaboración con la Caritas local.

Por el momento, como nos dice el responsable de Caritas Kasongo, pueden trabajar y ocuparse de las personas vulnerables y desplazadas. «Pero necesitamos apoyo más que nunca. El conflicto armado ha creado nuevas necesidades humanitarias, cuando ya había muchas», concluye Fiston.